¿Qué hacer cuando una persona te cae mal?
Como Trabajadores/as Sociales que tratamos con personas podremos congeniar más con unas que con otras pero, ¿esto puede repercutir en nuestra gestión laboral? ¿nos puede caer mal un usuario/a?
Cuando vas al supermercado; a una tienda de ropa; a un bar… te atienden personas; unas te caen bien desde el primer momento y te trasmiten «buen royo» y con otras no tienes nada de «feeling». Quizá, incluso, os habréis ido de algún bar porque el camarero era un borde y parecía que no tenía ganas ni de atenderte. Pues bien, como Trabajadors/as Sociales que atendemos al público también daremos una imagen al usuario/a y ellos/as a nosotros/as.
Un día atendí a una chica de Rusia que llevaba un mes en España; venía de vivir en otro país europeo. Era una familia monomarental compuesta por ella y su hijo menor. Ella tenía permiso de trabajo y casa propia. Me pareció un caso interesante con quien poder intervenir desde diferentes áreas (empleo; recurso escolar para el peque para que conociera a otros niños/as y pudiera integrarse rápido y algunos talleres de ocio para ella con el objetivo de ampliar redes, etc). Yo, que trabajo en una ONG, me coordiné con SS.SS para intentar adelantarle la cita ya que la tenía para 4 meses después. Conseguí que se la adelantaran para 2 semanas después y les expliqué mi plan de intervención. Hasta aquí todo bastante bien. Ella demandaba que se le pagara el comedor de su hijo cada mes para que ella pudiera buscar trabajo y aunque su demanda tenía finalidad no podíamos cubrirla pues no tenía beca y pagar unos 85€ al mes durante 6 meses no era factible. Sin embargo, sí se le pagó un mes de comedor para que ella pudiera acudir a los talleres de empleo a los que la derivé. Desde que la atendí por primera vez no congeniamos. Ella tenía una actitud «seca» que pasó a ser exigente. Yo intenté entenderla y empatizar con ella pues podría estar nerviosa y agobiada por la situación que estaba viviendo. Sin embargo, a la semana de atenderla acudió pidiendome un documento que explicara el por qué no quería ayudarla. Me dijo que no había hecho nada por ella. Mi cara fue de sorpresa pues conseguí adelantarle la cita en SS.SS; le gestioné apoyo alimentario y unos talleres de empleo que comenzaban esa misma semana, entre otras cosas. Lo único en los que no pudimos apoyarla fue en esos 500 euros aproximados de comedor del menor por carecer de presupuesto. Su actitud de exigencia pasó a la mala educación. Me culpabilizaba de su situación. Y yo, por supuesto, sentí rabia e impotencia que tuve que trabajarme. Y la historia continuó…
Aunque seamos Trabajadores/as Sociales tenemos prejuicios, malos días… y podemos dejar de ser objetivas si hay alguien que no está «jodiendo». Lo bueno es saber reconocer nuestras debilidades para poder trabajárnoslas y evitar/prevenir que nuestra valoración pueda repercutir negativamente en alguien.
Foto: wasabijobs