Intervenciones asistidas con perros desde el Trabajo Social

Os presento este artículo escrito por una Trabajadora Social especialista en intervención asistida con perros.

perro

«Para las personas que nos dedicamos a las Intervenciones Asistidas con Perros, el tipo de iniciativas como la fundación mariscal que dona perros de seguridad a víctimas de violencia de género, nos resulta directamente una mentira. Es fruto del intrusismo de algunos adiestradores que no conocen ni tienen formación ni experiencia con el trabajo con personas.

Una mujer que está saliendo de una situación de violencia de género y cuyo agresor se encuentra en su área, no está emocionalmente preparada para manejar un perro de seguridad. Estos perros son seleccionados por su reactividad, es decir, por su capacidad de producir respuestas agresivas ante situaciones de miedo por considerar que existe una amenaza. No hace falta explicar que esto es a priori muy peligroso, que requiere mucha más preparación que 250 horas de un curso, se necesitan años y un estado emocional óptimo.

Este tipo de entidades lo suavizan diciendo que lleva bozal y que en caso de agresión no habría ningún problema, pero es que ese bozal, llamado “bozal de impacto” está literalmente clavado en el hocico del perro, provocándole dolor constante y haciendo que cree asociaciones por condicionamiento clásico muy potentes (si se acercan ladro y si ladro duele: personas= dolor)

También defienden que los perros PEPOSofrecen tratamiento terapéutico derivado de los beneficios que conlleva la convivencia con ellos”, una afirmación que en sí resulta una barbaridad. Los perros no son terapeutas, son un apoyo para un profesional de la terapia para que alcance sus objetivos más fácil y rápidamente gracias a la motivación que produce el perro.

Estoy de acuerdo que para una mujer que sufre violencia de género, el tener un animal de compañía pueda resultarle beneficioso, pero entonces bastaría con acercarnos a la protectora más cercana y ayudarle a escoger un perro, trabajar el vínculo entre ambos y que disfruten de confianza mutua. Pero de esto a decir que el perro es su terapia va un mundo. Siempre debe haber un profesional del ámbito sociosanitario que supervise el proceso (¡Estamos trabajando con una persona que tiene un problema!), en ningún momento se explica en el artículo que un psicólogo/a u otro profesional similar esté dentro del equipo que ayuda a estas mujeres.

Con respecto al mencionado “curso” que imparten para las mujeres que quieren un perro de defensa, me asusta realmente cuando dicen que es para “que aprendan a hacerse con los canes”. Esto ya nos dice mucho del tipo de técnicas que emplean para el adiestramiento en esta escuela. Posiblemente estén basadas en crear miedo y temor al perro para que produzca la reacción agresiva, castigándose para que la realicen en determinadas situaciones. Por mucho que nos duela aceptarlo, estos perros están siendo maltratados. Están generando violencia sobre ellos para tratar otra violencia, una auténtica paradoja. Enseñándoles a estas mujeres a imponerse a los perros para que no se impongan sus agresores.

Cuando trabajamos con perros que ayudan a otras personas, es fundamental conocer pautas de convivencia, educación y adiestramiento en positivo. Esto quiere decir que nunca se somete al perro a situaciones que les genere miedo o dolor, que derivan siempre en problemas de estrés y de comportamiento. Siempre vamos a trabajar a favor de la motivación del perro de interactuar con nosotros, vamos a hacer que creen la asociación de que las personas son fuente de “cosas buenas”. En realidad, a la vez que educamos a nuestros perros, estamos educando a las personas que está en contacto con ellos en que no es necesario usar técnicas aversivas para relacionarnos entre nosotros y mucho menos, para enseñar cosas nuevas.

Desde el Trabajo Social, la Psicología, la Educación Social, la Pedagogía, etc, tenemos a nuestra disposición herramientas eficaces para ayudar a estas mujeres, pues es urgente reparar su autoestima, su autoconcepto y la seguridad en sí mismas. Conseguir un empoderamiento eficaz y efectivo, que puedan volver a caminar sin miedo. Y si además les resulta motivadora la presencia de un animal, hacer que éste sea un “mediador” eficaz dentro de nuestro tratamiento, un miembro que nos ayude dentro de nuestro equipo multidisciplinar socioeducativo y terapéutico».

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